nos quedamos sin recuerdos a la sombra de un futuro que no
tardará en llegar, pobre como los álamos de aranjuez, y
hasta el gesto del suicidio nos roban los otros, los
emperrados en ganar no sé qué carrera, y de noche en las
horas que esquivan los relojes y el frío no sale por el
toque de queda, algunos inventan paradojas para consuelo
de los cartoneros y los recolectores de residuos que no
tienen muy en claro si deben volver a casa al terminar el
recorrido o seguir en las calles porque la casa no es más
que otra palabra de cuatro letras como amor o como gato o
como como y no tiene mucho sentido arroparse con una imagen,
con calendarios que ausentan nuestros días de la misma
manera que los pibes cierran sus ojos para no ser vistos y
duermen un mismo sueño con los reducidores de cabezas, con
los predicadores de entrecasa y con los negros que blanquean
su piel a la luz de la luna para que los admitan en los
restaurantes de lujo aunque más no sea como meseros y ahí
estamos nosotros en una mesa que no nos pertenece
conversando con los notables, engañando nuestros instintos
no sin dificultad, bebiendo en copas que nos quedan chicas y
guiñándole el ojo a uno que otro travestido que no sabe que
a nuestra manera también fuimos raros porque no teníamos
nada que sacarnos y qué van a pensar los que no pueden
pensar si la luz no es otra cosa que el deseo de la sombra y
cuando amanece seguimos a oscuras, cansados de perseguirnos
y alcanzarnos, con los párpados cosidos a una verdad ajena y
perversa que no puede más que horrorizar a los perversos y
también están los que se fueron antes porque la fiesta los
aburría a muerte y los que se dan cuenta muy tarde de que lo
que tenían era suficiente o demasiado y recorrieron miles de
laberintos para llegar al lugar en el que estaban y que en
realidad ya no es el mismo porque la materia tiene esos
caprichos que el espacio comparte y el que a fuerza de golpear
terminó más golpeado que ninguno también extraña las caricias
y los días en que una sola palabra bastaba para sentirse
reconfortado y los otros días en que el silencio descubría
sonidos que los oídos no podían percibir porque estaban
ocupados como los baños de los trenes y de los autobuses y por
qué no como los de numerosas casas cuando más se necesitan y
así pasó el primer tiempo de un partido que sospechamos que
vamos a perder por goleada pero que no podemos abandonar
porque no sabemos si lo estamos jugando dentro o fuera de la
cancha de la misma manera que no podemos vernos la cara sin el
concurso de un espejo, de una fotografía, de una persona que
nos desprecia o de una taza de té frío y cada vez que la
muerte nos pisa los talones los dioses que ya no veneramos
sonríen entre sollozos como james dean en rebelde sin causa
porque la muerte también es graciosa y quién le teme más o
menos a menos que no le tema nada en absoluto si lo que
molesta son los múltiples recursos, ya sean de admisión o de
escape, y el que estaba sexto ya debe ir cuarto pero el
primero hace tiempo que desapareció sin poder saborear el
triunfo, sin siquiera saber que los papeles no hablan a no
ser que uno les diga algo y que el dolor no duele si uno no
es su amante y que el sexo nos come que para eso tiene tantas
bocas
ÁTICO